Un otoño con vientos de cambio

Un otoño con vientos de cambio

Quedan pocas horas para que comience el otoño. Días como hoy son los que se describen como propios de esta estación: lluvia y viento, el sol colándose entre las nubes.

Su llegada ya se nota: los días son más cortos y las noches un poco más frescas. Nos despedimos del verano para dar la bienvenida al otoño, donde la vegetación se viste de colores ocres para decorar el paisaje.

Muniellos desde el aire (Wikimedia Commons)

No encontramos palabras que expresen la emoción que nos inspira el paisaje estos días. Son los chopos repartiendo sus corazones de oro pulido al sol, cubriendo la tierra a manos llenas. Los árboles, incluso pequeños, hoy se agrandan ante nuestros ojos. Las hojas nos atraen, nos hablan, sugieren mundos multiformes, páginas en blanco por escribir, mundos multicolores, que un día lloraban con la lluvia y otros reían con los atardeceres. Hojas tan frágiles que volaban como pájaros, iban y venían entre las ramas movidas por el viento, todas antes o después, caen en silencio a la tierra.

Una amiga japonesa, de nuestros años de estudiante, decía que la parte frontal de las hojas, es masculina y la opuesta, femenina. Hoy las vemos y sí, parecen humanas, masa, gente que se abraza, que se refugia en su propio destino, huyendo de los fríos y de la soledad. Las hojas se acompañan unas con otras, se reúnen, hablan, juegan dominadas por brisas o vientos fuertes, pero también acariciadas por un sol dulce y sonriente. Todo pasa en silencio bajo un piar de pájaro. Cuando el cielo se oscurece al atardecer, el tiempo se detiene, y cientos de miles de estorninos pintos se reúnen para acentuar la inevitable oscuridad del anochecer en una formación voladora llamada murmuración.

Un año más el otoño vuelve a dar indicios de su llegada presagio de que dentro de unas semanas una alfombra de colores ocres cubrirá todos los rincones de la ciudad convirtiéndose en diversión para los niños, fuente de inspiración para fotógrafos, y la peor pesadilla de los barrenderos.

Y es que el otoño tiene su belleza, como la primavera, es la eclosión del olor a higos y manzana de sidra, el calor del aire de las castañas y las nueces, de recoger setas y algunos frutos que sólo da la naturaleza en esta estación del año, el hacer de informes y fichas para las actividades de la asociación, y tiempo de cocinar a fuego lento nuevos proyectos.

Celebremos la entrada del otoño como mejor sabemos hacer, sembrando futuro.

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